martes, 18 de agosto de 2020

Celmira

Era 19 de agosto de 1961 cuando Celmira se fue. Y con ella se fueron los sueños, las esperanzas y todos los planes de progreso que la familia visionó alguna vez. En ese viaje de regreso a Cereté se respiraba un aire de derrota, de frustración, de dolor y de esa sensación de dejar algo que una vez fue tuyo.

 

Años después también lloré por ella en la modistería de mi abuela. Me sentí pasajera en ese carro de mudanza. Sentí esa sensación de injusticia por mis venas. Pude ver los ojos tristes de mi abuela que no disimuló con sus lágrimas.

 

No conocí a Celmira pero pareciera que sí.  Mi abuela se encargó de reconstruir su historia noche tras noche en su terraza.  Debió ser muy hermosa, lo digo por la fotografía que tiene mi abuela en su cuarto.  Siempre que la miro recuerdo su historia como si yo hubiese estado en cada uno de los momentos. 

 

Ella fue obligada a casarse con el abuelo Juan a los 15 años, por qué quedó embarazada. “Se comieron el dulce antes de semana santa” –acostumbra a decir mi abuela-.  De sus amores se sabe poco, tal vez sus encuentros escondidos y sus experiencias prematuras fueron en un momento mágico… y digo mágico porque fue allí donde nació mi abuela.  Aunque también empezó la historia de fuga del abuelo Juan.  Con el tiempo aprendí a no juzgarlo.  Más aun cuando mi abuela tuvo la oportunidad de perdonarlo y, en sus últimos años, lo que hizo fue honrarlo. Entendí que, aunque Celmira llevó la peor parte, él tuvo miedo de asumir las decisiones impuestas.

 

Después del matrimonio, el abuelo Juan se fue y Celmira se quedó sometida a las decisiones de su mamá (abuela María), de su papá (abuelo Miguel) y la de sus hermanos. Nunca pudo volver a decidir por ella y perdió la opción de ser rebelde. Incluso, cuando conoció al Viejo Pomares, padre de sus próximos hijos. No tuvo la valentía de huir, por el contrario, quedó atrapada como proveedor de la casa hasta el 19 de agosto de 1961, día en que se fue.

Y aunque han pasado muchos años, ella no se fue.  Ella está en el aire de soñadora que tengo a veces y en el eco que me hizo el consejo de no casarse joven… pero, sobre todo, vive en las historias que noche tras noche escucho atenta, en la terraza de mi abuela.


2 comentarios:

  1. Si quieres inmortalizar a tu abuela, entonces escribe una serie titulada "HISTORIAS EN LA TERRAZA DE MI ABUELA" Y comienza con una titulada "El ecos de tu voz o "El ecos de los consejos de una gran guerrera".

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    1. Interesante... De hecho esa historia es de una serie que se llama así.

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